Macetas vacías
Lucia tiene once plantas, o tenía. Tres están secas, cuatro tienen las hojas amarillas, colgando como si pidieran perdón. Dos están llenas de agua, y las otras… ni ella sabe cuándo fue la última vez que las miró.
En principio las compro con toda la ilusión, “ahora sí”, pensó, eligió las macetas, las puso cerca de la ventana y les habló bajito casi toda la semana.
Después, como siempre, se le hizo difícil, o las regaba demasiado, o no las regaba nunca.
“No se cuidar plantas” se dice a sí misma, mientras junta las hojas secas esparcidas en el suelo, no lo dice con culpa, lo dice como quien enumera verdades que ya fueron aceptadas.
Mientras recoge las hojas, se acuerda de Manuel, él solía decirle que ella era como esas flores que duran poco, lo da todo, pero se apaga rápido.
Lucia cree que no es cierto, o tal vez sí.
A veces siente que ama como suele regar, con miedo, y el miedo o ahoga o te deja con sed.
Hace dos días su vecina le regalo un cactus, de esos que sobreviven solos, a los que no tenes que darles ni mucho ni poco. Hoy lo vio y descubrió que las raíces estaban podridas.
Se sentó en el piso, entre macetas vacías y se pregunto si alguien alguna vez supo cuidarla a ella, y si tal vez, solo tal vez, no estaba rota, si no, mal plantada.
Adrián Delgado