Epitafio
Sentada en el coche principal del cortejo fúnebre, intentaba de decidir a quién traicionar. Nunca extrañó a su madre. En cambio aún no lo enterraba y sentía que jamás volvería a reír de la misma manera. En su regazo un ramo de rosas y, apretada contra su cuerpo la urna.
Dos promesas le había hecho a su padre: las cenizas de su amante tenían que encontrarse nuevamente con su carne, con sus huesos. Y escribiría un epitafio original que invitara a recordar sin nostalgia.
Nada fue destacable en la vida del sencillo guarda de ómnibus, por treinta años obrero y padre amoroso. Pero tenía un sentido del humor sarcástico que Ada definitivamente había heredado.
Después de la segunda palada, una lujuria de lluvia gris regó el alma de Juan.
12-03-1932–03-12-2024
Juan García y alguien más.
¡Al fondo que hay lugar!
Gabriela Ballerio